lunes, mayo 28, 2007

Por el borde de las cosas, en el tocar de los tejados con la montaña lejana o en los poros epidérmicos que respiran. En ese precipicio de las cosas, se guarda un silencio sacro y respetuoso, de animal superviviente. El quitamiedos es una soga vieja y deshilachada que el bicho se acerca a examinar. Sujetándose la angustia se ha arrastrado a cuatro patas hasta tocar con su hocico la cuerda, a un palmo o menos del tajo abismal. Las líneas horizontales —de océanos o carreteras— se curvan, deformadas por el vértigo. La bestia se da cuenta de que es miope y se acaricia la arena incrustada en las pezuñas. En el filo de esa esquina impertinente de lo real, se ha vuelto a encontrar con las palabras.