martes, enero 20, 2009

Tú no das besos,
tú bailas sobre mi lengua.
Tú no das besos,
tú cantas a mis labios.
Tú no das besos,
tú escribes poemas de amor boca.
El caballero andante

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sábado, junio 16, 2007

jueves, junio 07, 2007

Se dice que alguna vez la rata y el gato fueron muy buenos amigos. Eran los dos peores nadadores del reino animal, pero ambos eran muy inteligentes. Decidieron que la mejor forma y la más rápida de cruzar aquel caudaloso río era a la espalda de un buey. El buey, siendo un animal bondadoso, estuvo de acuerdo en cargarlos a través del río. Sin embargo, al haber un premio de por medio, la rata decidió que para ganar debía hacer algo y entonces lanzó al gato al agua. Tras esto, la rata llegó a la orilla y reclamó el primer lugar en la carrera. Le siguió de cerca el fuerte buey, quien fue nombrado el segundo animal del zodiaco.

Después del buey vino el tigre, quien explicó jadeando como había luchado contra las fuertes corrientes del río. Pese a ello, su gran fuerza le había hecho llegar a la orilla sano y salvo y convertirse en el tercer animal.

El cuarto puesto del zodiaco fue para el conejo, quien gracias a su habilidad para saltar pudo brincar de una orilla a otra. Explicó al Emperador que estuvo a punto de caer al río si no llega a ser por un pedazo de tronco flotando en el agua.

El quinto puesto fue para el dragón, quien pudo llegar volando. Éste explicó al Emperador, que no pudo llegar primero dado que se detuvo a crear lluvia para ayudar a la gente y criaturas de la tierra. Además, en el último momento encontró un conejo aferrándose a un tronco al que ayudó dándole un empujón con su aliento para que éste pudiera llegar a la orilla. El Emperador, sorprendido por su amabilidad, le otorgó el quinto lugar del zodiaco.

Poco después se oyó al caballo galopando, al que la serpiente dio un susto haciéndolo caer, de forma que ésta llegó en sexto lugar y el caballo en el séptimo.

A poca distancia del lugar se encontraban la oveja, el mono y el gallo que se acercaban a la orilla del río. Las tres criaturas se ayudaron entre sí para cruzar las peligrosas aguas. El gallo construyó una balsa de madera para los tres animales. La oveja y el mono despejaron la maleza y finalmente remando y remando consiguieron llegar a la orilla contraria. El Emperador, muy complacido por el trabajo en equipo de los animales nombró a la oveja el octavo animal, al mono el noveno y al gallo el décimo.

El undécimo animal fue el perro. Aunque el perro debería haber obtenido un buen puesto ya que era el mejor nadador de todos los animales se retrasó, ya que necesitaba un baño después de la larga carrera que había hecho para llegar hasta allí y al ver el agua fresca del río no puedo resistirse.

Justo cuando el Emperador iba a dar por cerrada la carrera escuchó el gruñido de un pequeño cerdo. El cerdo había comenzado la carrera para llegar al río estando hambriento por lo que al poco de empezar se dio un banquete y se hechó una siesta. Cuando despertó, continuó con la carrera y llegó justo para ser nombrado el duodécimo animal.

El gato llegó demasiado tarde, el décimotercero, por lo que no pudo ganar ningún puesto en el zodiaco, convirtiéndose así en enemigo de la rata y del agua para siempre.

lunes, mayo 28, 2007

Por el borde de las cosas, en el tocar de los tejados con la montaña lejana o en los poros epidérmicos que respiran. En ese precipicio de las cosas, se guarda un silencio sacro y respetuoso, de animal superviviente. El quitamiedos es una soga vieja y deshilachada que el bicho se acerca a examinar. Sujetándose la angustia se ha arrastrado a cuatro patas hasta tocar con su hocico la cuerda, a un palmo o menos del tajo abismal. Las líneas horizontales —de océanos o carreteras— se curvan, deformadas por el vértigo. La bestia se da cuenta de que es miope y se acaricia la arena incrustada en las pezuñas. En el filo de esa esquina impertinente de lo real, se ha vuelto a encontrar con las palabras.

sábado, enero 27, 2007

Las palabras empringadas y el decir

El primer problema del pensar es ese pringue que envuelve las palabras. Un pringue de valores, de valoraciones. De historias, de la historia. De lugares, de personas. Se lanza una palabra y se sueltan los perros rabiosos del sentido. Probablemente sea este un problema propio del pensamiento encasillado, el cual encuaderna las palabras y no se acuerda muy a menudo de ellas. Las palabras están para gastarlas. Pero cuando realmente hacen falta. Malgastarlas las desgasta y luego valen muy poco. Quizá por ello hable yo tan poco y tanto sin decir nada, creyendo que esto es un decir algo. Tengo además la creencia de que a parte de esto es posible decir algo. Esto no lo sé, sólo lo quiero o lo creo.

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martes, enero 09, 2007

Echar la culpa

Se produce un daño. Y se busca la causa. Con un solo factor causal suele ser suficiente para ahuyentar el vacío de sentido. Un motivo que resulte verosímil. Un factor posible que se pueda creer sin darle demasiadas vueltas. De lo que se trata es de echar la culpa a algo. Aunque es aún mejor cargársela a alguien.
¿Han probado alguna vez esta forma de conocimiento? Produce una perversa y retorcida mueca de placer.

sábado, diciembre 16, 2006

Davant el mirall
Voltes
I voltes,
Vola el vestit,
Què maca

La nena.